¿Errores, incapacidad o ignorancia?
Hamlet Hermann La
Insignia. República Dominicana, diciembre del 2002.
Cuando uno percibe los constantes traspiés del gobierno de Estados
Unidos en relación con las crisis venezolanas de este año 2002,
tiene que preguntarse por qué se equivocan tan a menudo. ¿Serán
errores de cálculo, ignorancia de la situación real o simplemente
falta de una línea política? En su más reciente libro "¿Necesita
Estados Unidos una política exterior?", Henry Kissinger señala que
esos sectores gobernantes no están interesados en contraer compromisos
diplomáticos a largo plazo. Muchos de sus integrantes consideran que, dada
la hegemonía norteamericana sobre el mundo, en realidad no hace falta tener
una política exterior. Y de esos factores surge la unilateralidad en las
decisiones del grupo gobernante que tan poco respaldo logra entre sus aliados
del mundo.
De todos es sabido que el grupo hegemónico de Estados Unidos no les
complace que gobiernen en América Latina figuras que alienten mayor bienestar
para los empobrecidos de siempre. Hugo Chávez en Venezuela y ahora Lula
da Silva en Brasil y Lucio Gutiérrez en Ecuador son piedras en el zapato
de la Casa Blanca. Pero eso no quiere decir que las malquerencias estadounidenses
los lleven a la irracionalidad. Desconocer elecciones verdaderamente democráticas
y alentar conspiraciones le está creando a Bush la repulsa de sectores
importantes dentro de Estados Unidos. Una irracional metida de pata fue haberle
dado reconocimiento formal en abril pasado a un grupo que creyó haber derrocado
al presidente Chávez. Los ultra de Miami llevaron a Bush a orinar contra
la brisa y se le mojaron los pantalones
Como si no hubiera sido suficiente la primera intentona contra Chávez,
en estos días volvieron los ultras de Venezuela a confundir sus deseos
con la realidad y se arriesgaron a organizar una huelga indefinida. Aquella fue
una posición suicida del todo o nada en la que se ondeaban banderas de
EEUU y portaban letreros en inglés. Por su parte, la Casa Blanca, en un
afán de asumir el protagonismo, emitió una declaración urgiendo
al presidente Chávez a que adelantara las elecciones presidenciales. Como
en Washington parecen tener el sistema auditivo diseñado para escuchar
sólo lo que les place, no tomaron en cuenta que esa propuesta era violatoria
a la Constitución venezolana. Peor aún, adelantar las elecciones
es el reclamo principal de los opositores a Chávez con lo cual el presidente
Bush tomaba partido y se evidenciaba abiertamente con la conspiración.
Eso no fue un error, sino una expresión de la ignorancia del problema.
No bien habían hecho esa declaración cuando toda América
Latina opinó contraria al gobierno norteamericano. Incluso la Organización
de Estados Americanos (OEA), que históricamente no ha representado el pensamiento
de los pueblos latinoamericanos, produjo una declaración en la que se comprometía
a "respaldar plenamente la institucionalidad democrática y constitucional
de la República Bolivariana de Venezuela cuyo gobierno preside Hugo Chávez
Frías, y rechazar categóricamente cualquier intento de golpe de
Estado o alteración del orden constitucional venezolano que afecte gravemente
el orden democrático."
Asimismo la Organización de Países Exportadores de Petróleo
(OPEP) hizo un llamado para preservar la institucionalidad en el quinto país
productor de crudo petrolero en el mundo. Para colmo de los protegidos de la Casa
Blanca, el periódico New York Times editorializó diciendo que la
oposición a Hugo Chávez no merecía gobernar a Venezuela si
no era capaz de esperar unos meses hasta que se cumpliera el plazo que la Constitución
establece para la celebración de un referéndum de alcance nacional.
Con el caso de Venezuela, a Estados Unidos le han caído encima los
palitos en su afán de controlar el petróleo del mundo. Lo triste
es que no hay esperanzas de que corrijan la actuación porque confían
en que sus decisiones imperiales tienen que ser acatadas sin discusión
alguna. Es por eso que no están interesados en diseñar y poner en
práctica una política exterior a largo plazo, dándole así
la razón a Kissinger. El poder militar les hace creer que pueden hacer
hacia fuera todo lo que consideren conveniente para sus intereses. Pero ignoran
quizás que, en los imperios, cuando el resto del mundo no es ya un contrapeso,
cada asunto exterior se convierte en un problema doméstico. Y es entonces
cuando las fuerzas internas se convierten en determinantes. Así, en la
medida en que los retos exteriores se hacen más difusos y lejanos, las
luchas dentro de Estados Unidos se hacen más amargas y violentas. Tal como
ocurrió durante la guerra de Vietnam, treinta años atrás.
fuente : http://www.lainsignia.org